Un equipo internacional dirigido desde la Universidad de Oxford ha sondeado las preferencias mundiales sobre prioridades, distribución y obligación de las vacunaciones.

Por José R. Zárate

Con la llegada de las vacunas y ante la urgencia de frenar cuanto antes las transmisiones, las autoridades de cada país han tenido que debatir y establecer los grupos prioritarios de vacunación. Algo así, aunque no tan dramático, como quién tiene preferencia en los primeros botes salvavidas de un trasatlántico que se va hundiendo.

Para observar y comparar estas decisiones entre distintos países del mundo, el proyecto Oxford Covid-19 Vaccine Preference and Opinion Survey (Candor) efectuó entre el 15 de noviembre y el 21 de diciembre del año pasado 15.536 encuestas a mayores de 18 años de 13 países: Australia, Brasil, Canadá, Chile, China, Colombia, Francia, India, Italia, España, Uganda, Estados Unidos y Reino Unido. Representan aproximadamente la mitad de la población mundial y contextos sociales y económicos muy diversos. En cada país se entrevistó a entre 1.000 y 1.500 personas y se les pidió que evaluaran distintas cuestiones sobre grupos preferentes de vacunación, organización de las estrategias, obligación o no de vacunarse, etc.

Lejos de hallar una gran diversidad de opiniones, y según el estudio prepublicado en medRxiv, los investigadores, dirigidos por Raymond Duch y Philip M. Clarke, de la Universidad de Oxford, vieron bastante coincidencia mundial en dar prioridad a los sanitarios, a los ancianos y enfermos de alto riesgo, a una amplia gama de trabajadores esenciales y a aquéllos con ingresos más bajos. Tales preferencias no dependían de niveles de educación, ingresos e ideologías políticas de los encuestados. Prevalecía asimismo la asignación gubernamental de los programas de vacunación, si bien había cierta polarización en algunos países desarrollados sobre si la vacuna debería o no ser obligatoria.

Aunque las dudas y la resistencia a vacunarse han ido disminuyendo, sobre todo en vista de que la pandemia no remite y de que las vacunas son seguras, aún hay un 10% de la población mundial que no piensa vacunarse. Esa frágil confianza de la población en sus autoridades es lo que ha llevado en parte a sopesar muy bien las prioridades y a establecer programas equitativos; y por eso causan tanto rechazo social algunos privilegiados que se ‘saltan la cola’. La Organización Mundial de la Salud desarrolló un marco de valores basado en seis principios: Bienestar, Respeto, Equidad Global, Equidad Nacional, Reciprocidad y Legitimidad. Y su Grupo Asesor Estratégico de Expertos en Inmunización propuso después una hoja de ruta que prioriza a los sanitarios y a los ancianos.

Trabajadores esenciales

Al igual que en España, en el Reino Unido la estrategia se basa principalmente en los sanitarios y en la edad, comenzando con los tramos superiores seguidos de los clínicamente vulnerables. En Francia, un comité de expertos recomendó priorizar, después de sanitarios y ancianos, a los trabajadores más en contacto con el público, a los profesores, al personal de transporte y a los empleados de la hostelería. En Estados Unidos, también se ha optado en algunas zonas por inmunizar a trabajadores esenciales como profesores, policías y conductores de autobuses, además de a los mayores de 65 años y a los de cualquier edad con enfermedades de alto riesgo. Chile planeaba una estrategia parecida (hay que recordar que el estudio se hizo en diciembre, cuando aún no habían empezado las vacunaciones y existían ciertas vacilaciones).

Curiosamente, en algunos países los mayores de 65 años preferían que se vacunara antes a los trabajadores esenciales. Quizá fuera por altruismo, por el deseo de reducir la probabilidad de infectarse al entrar en contacto con personas no vacunadas, o por el deseo de elegir un programa de vacunación óptimo que ayude a poner fin a la pandemia y devuelva la vida a la normalidad.

Hay consenso mundial en la vacunación gratuita organizada y distribuida por las autoridades sanitarias. Al menos dos tercios de la población en cada país dijeron que la distribución solo debería estar disponible a través de esquemas gubernamentales. Sin embargo, algunos países, como Australia o la India, han contemplado la venta privada de vacunas, posibilidad que por ahora no se ha materializado. Conceder libertad a la distribución privada variaba del 13% en Canadá al 28% en Chile. Y, en caso de necesidad o tardanza, aproximadamente la mitad de la muestra estaría dispuesta a comprar la vacuna en el mercado privado: esa opción iba desde el 18% en Francia al 79% en India y Uganda. Quizá por desconfianza en sus gobiernos, los países de ingresos bajos y medios se mostraban particularmente entusiasmados con la compra de la vacuna en el mercado privado, aunque a la vez apoyaban fuertemente la provisión gubernamental.

Para los autores, en caso de que se permita la compra privada es esencial desarrollar políticas que aseguren que tal posibilidad no pone en peligro la capacidad para adquirir las dosis necesarias para las campañas de vacunación gestionadas por los gobiernos. “Idealmente, el acceso privado complementaría la provisión pública para maximizar los beneficios económicos y de salud de vacunación y minimizar el potencial de corrupción. Las políticas de vacunación exitosas para otras enfermedades a veces han implicado pagos de incentivos, sanciones o restricciones (como impedir la asistencia asistir a las escuelas sin vacunación)”.

Patrones similares

Una clave para el despliegue exitoso de las vacunaciones es que el público perciba las asignaciones como justas y equitativas. Si no hay una comunicación razonada, se corre el riesgo de que aparezcan focos de resistencia y polarizaciones, como ocurrió y ocurre en algunos lugares con las mascarillas. Sin el control estatal, los autores alertan también del riesgo de la creación de mercados negros de vacunas que amenazarían la seguridad y la equidad de las campañas.

En la encuesta, cada persona hizo ocho elecciones binarias sobre receptores de vacunas potenciales que variaron al azar en cinco atributos: ocupación, edad, estado de transmisión (riesgo de contraer y transmitir el virus), riesgo de ingresos y riesgo de muerte por covid-19. El patrón de los valores es bastante similar: “El público mundial muestra un consenso sorprendente sobre qué segmentos de la población deben tener prioridad para la vacuna”.

En prácticamente todos los países se elige con preferencia a los ancianos. La única excepción es China, aunque los autores advierten de que la población encuestada en ese país era más joven que las demás, lo que ha podido sesgar los resultados.

Con cierta lógica, en la mayoría de países de ingresos medios y bajos (Brasil, Chile, Colombia, India y Uganda), los encuestados muestran preferencias, siempre después de sanitarios y ancianos, por las personas más desfavorecidas social y económicamente, y también por trabajadores no esenciales que no pueden teletrabajar; este patrón es similar, aunque menos pronunciado, en Estados Unidos, Canadá, China, Australia y países europeos.

Obligación o no 

El mismo consenso se aprecia en cuanto a la ocupación de los vacunados preferentes: los trabajadores esenciales deberían ir los primeros, después de sanitarios, ancianos y enfermos de riesgo, claro. Las elecciones no se han visto afectadas por el interés propio, el partidismo, la vacilación ante las vacunas, el nivel de ingresos o el nivel educativo. En cambio, “reflejan un amplio consenso social sobre quién debe vacunarse”. Y añaden que “parece haber una heterogeneidad mucho mayor en las políticas nacionales que en las preferencias del público”.

Aproximadamente el 24% de la muestra se opuso firmemente a la vacunación obligatoria, mientras que alrededor del 38% defendía con contundencia esa postura. En Francia, por ejemplo, hay un amplio consenso contra la vacunación obligatoria (alrededor del 60% de oposición). La opinión estaba muy polarizada en Estados Unidos y el Reino Unido, y algo menos en Australia, Brasil, Chile y Colombia. En China, India y Uganda muy pocas personas se oponían a la vacunación obligatoria.

Un mensaje positivo del estudio -concluyen los autores- es que, “con la excepción de la vacunación obligatoria, el público mundial tiene preferencias generalmente consistentes con respecto a los programas de vacunación, y estos se mantienen a través de las diferencias políticas y geográficas. Considerar estas preferencias es importante para que los esfuerzos y elecciones de los distintos gobiernos ganen la aceptación pública de sus programas de vacunación contra la covid-19”.

En: https://www.diariomedico.com/medicina/medicina-preventiva/consenso-mundial-sobre-quien-debe-vacunarse-primero-de-la-covid-19.html