Por Matías A. Loewy

BUENOS AIRES, ARG. Los asentamientos informales se están transformando en el talón de Aquiles de los planes oficiales en la región para contener la diseminación de COVID-19 y avanzar de manera gradual hacia la flexibilización del confinamiento, con curvas de contagio que llevan un ritmo más acelerado del marcado por las estadísticas nacionales.

«Esta pandemia sigue resaltando las persistentes inequidades en nuestras sociedades, que afectan la transmisión, la morbilidad y la mortalidad por COVID-19. Y hemos visto esto en las poblaciones vulnerables», señaló a Medscape en español la directora de la Organización Panamericana de la Salud, Dra. Carissa Etienne, durante la sesión informativa del martes 12.

En la ciudad de Buenos Aires, según datos oficiales del Ministerio de Salud de la Nación, hasta el martes 12 se habían detectado 685 casos de COVID-19 en los llamados barrios populares o barrios vulnerables, más conocidos en Argentina como villas o villas miseria, lo que representa casi 30% del total de casos confirmados en el distrito. También se registraron 8 fallecimientos.

«Se está dando un aumento de contagios en forma exponencial. Una vez que el virus entra en estos lugares, la propagación es muy rápida si no se toman medidas estrictas», aseguró el Dr. Joaquín Cara, pediatra que hasta diciembre de 2019 trabajó en un centro de salud del Barrio Mugica, más conocido como Villa 31.

En ese asentamiento, el más grande de Buenos Aires, con cerca de 45.000 habitantes, hasta 80% de los testeos realizados por las autoridades de salud resultaron positivos, una proporción mucho más alta que el índice de positividad a nivel país, que se encuentra entre 8% y 9%.

«Este altísimo porcentaje refleja la necesidad de aislar y testear masivamente a los contactos asintomáticos en esta población vulnerable», publicó en Twitter el Dr. Adolfo Rubinstein, médico de familia y exministro de salud de la nación.

Mientras el tiempo de duplicación de casos a nivel país ronda los 25 días y en toda la ciudad de Buenos Aires es de 14 días, en los barrios populares del distrito los contagios confirmados se duplicaron en apenas 5 días.

En Argentina hay más de tres millones de personas que habitan en alguna de las 4.400 villas o barrios populares del país, 8% del total del territorio. En Latinoamérica la proporción sube a 21% cuando se considera la población urbana.

Seis de cada diez personas de escasos recursos de la región residen en estos asentamientos que se caracterizan por el hacinamiento en hogares, la dificultad de acceso al agua potable, y el manejo inadecuado de los residuos, según un informe del Banco Interamericano de Desarrollo. Muchos pobladores de estos barrios se ven forzados a salir a trabajar (economía informal), por lo que las posibilidades del confinamiento se restringen. El lema «quédate en casa» se transformó en «quédate en tu barrio».

Patricio Besana

«Es un combo explosivo», señaló a Medscape en español el sociólogo y doctor en ciencias políticas, Patricio Besana, miembro del área de ambiente y política de la Escuela de Política y Gobierno de la Universidad Nacional de San Martín, y docente investigador del Instituto del Conurbano de la Universidad Nacional de General Sarmiento, ambas en el área metropolitana de Buenos Aires.

Al déficit estructural y la degradación ambiental se suman patologías preexistentes. En este tipo de población ya eran muy comunes enfermedades respiratorias y cutáneas, con centros de salud que asumen la connotación de escasez y precariedad que tienen estos barrios, añadió Besana, quien estudia las relaciones entre estado y sociedad en condiciones de pobreza urbana.

Eliana Martínez Herrera

En comunicación con Medscape en español, la epidemióloga colombiana, Eliana Martínez Herrera, Ph. D., profesora del departamento de ciencias básicas de la Facultad Nacional de Salud Pública de la Universidad de Antioquia, en Medellín, expresó que la vulnerabilidad histórica de los habitantes de estos barrios «viene atada a desnutrición infantil, alta prevalencia de enfermedades infecciosas, como tuberculosis y virus de inmunodeficiencia humana, y alta prevalencia de enfermedades crónicas en adultos, como hipertensión y diabetes, que aumentan las probabilidades de tener afecciones preexistentes, contraer COVID-19, y en consecuencia, sumar a los decesos territoriales».

Martínez agregó que si estos asentamientos irregulares se transforman en focos de contagio, también jugarán un papel factores asociados, como el temor al diagnóstico o el seguimiento soportado en sistemas de salud precarizados.

Respuestas de coyuntura y de fondo
El miedo a los brotes en los barrios más pobres se extiende en las principales ciudades de la región. En Brasil, un editorial en The Lancet alertó que los riesgos son mayores para los cerca de 13 millones de brasileños que viven en asentamientos informales o favelas, donde «las recomendaciones de distanciamiento físico e higiene son casi imposibles de seguir». La mayor favela de San Pablo se organizó para contratar sus propios médicos y enfermeros ante la falta de asistencia del Estado. La prensa ha denunciado que la mortalidad por COVID-19 en Maré, un complejo de favelas en el norte de Río de Janeiro, llega a 30,8%, mientras que en el barrio rico de Leblón es de 2,4%.

En Perú los asentamientos aparecen dentro de los principales focos de contagio de pandemia, según se desprende de los mapas de calor elaborados por la Unidad de Inteligencia y Análisis de Datos del Seguro Social de Perú.[4] En Bogotá, epicentro de COVID-19 en Colombia, los asentamientos ilegales están fuera del alcance de la ayuda gubernamental, y los pobladores se ven obligados a exponerse para llevar comida a la mesa.

Frente a esta situación, los académicos y las autoridades proponen respuestas de coyuntura y soluciones de más largo plazo.

En Argentina, para frenar o contener los casos en las villas del área metropolitana de Buenos Aires, el Ministerio de Salud de la Nación puso en marcha un operativo bautizado DETeCTAr (Dispositivo Estratégico de Testeo para Coronavirus en Terreno de Argentina), orientado a la búsqueda activa de casos sospechosos, puerta a puerta, para su testeo con reacción en cadena de la polimerasa y el aislamiento temprano. También se reforzaron los transportes hasta los hospitales y se trabaja en conjunto con organizaciones barriales para reducir el temor a la estigmatización.

«Se están acondicionando lugares, como clubes o gimnasios, con camas para pacientes con cuadros leves que no requieren hospitalización, porque se ha visto que el aislamiento es más efectivo cuando se hace fuera del hogar, porque hay menos contacto entre convivientes», informó en un seminario en línea la Dra. Florencia Cahn, presidenta de la Sociedad Argentina de Vacunología y Epidemiología, e integrante del consejo asesor presidencial de la Sociedad Argentina de Infectología.

Pero las estrategias también deben apuntalar los componentes sociales y económicos de fondo.

De acuerdo con Martínez, profesora invitada del Grupo de Investigación en Desigualdades en la Salud, Ecología y Condiciones de Empleo de la Universidad Pompeu Fabra, en Barcelona, es necesario que las autoridades implementen un plan de emergencia territorial que involucre activos en salud (organizaciones y líderes, instituciones) y se oriente a las acciones poblacionales, con enfoque de derechos, de género y de curso de vida.

La Dra. Zulma Cucunubá, epidemióloga colombiana del Imperial College de Londres, Inglaterra, publicó:

En su respuesta a Medscape en español, la Dra. Etienne, de la Organización Panamericana de la Salud, concluyó: «Lo que debemos hacer en el futuro como respuesta inmediata y para la época posterior a la COVID-19 es una transformación de nuestras políticas sociales y económicas para abordar las necesidades de estas poblaciones vulnerables. Los países con sistemas de salud resilientes que han trabajado para lograr la cobertura de salud universal responden mejor a la actual crisis. Se deben construir políticas de protección social y sanitarias que sin perder de vista el crecimiento económico protejan mejor a la gente, y en particular a las poblaciones vulnerables».

En: https://espanol.medscape.com/verarticulo/5905417