Por Carla Nieto Martínez

Con la llegada de la nueva normalidad, lo que durante las semanas de confinamiento era una percepción, se está convirtiendo día a día en una realidad tanto en las consultas de atención primaria como en las de los especialistas en salud mental: la COVID-19 ha dejado otra secuela en forma de agudización de síntomas como la depresión o la ansiedad, y de alteraciones en cierta medida novedosas, como la gestión atípica de los duelos a la que ha tenido que hacer frente buena parte de la población española.

A falta de datos procedentes de investigaciones científicas que arrojen evidencias cuantificables en este sentido, las impresiones, opiniones y experiencias compartidas con Medscape en español por profesionales de distintos ámbitos asistenciales especializados en este tema, permiten dibujar los principales retos de salud mental a los que tendrán que hacer frente a corto y mediano plazos.

Dr. Fernando Gonçalves

«En la actualidad estamos asistiendo a un repunte de los casos de ansiedad, tanto puntuales como de cuadros que pueden ser diagnosticados como ansiedad generalizada, muchos de ellos acompañados de sintomatología depresiva. Y esto es aún más frecuente en personas con patología similar previa», comentó el Dr. Fernando Gonçalves, responsable del Grupo de Trabajo de Salud Mental de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia .

En este contexto, el Dr. Gonçalves enfatizó que estos casos de depresión se están detectando de forma especialmente significativa en los familiares cercanos a los fallecidos a causa de la pandemia, «no tanto por el deceso en sí, que tiene su lógica afectación, sino por las dramáticas circunstancias vividas en el curso de la enfermedad de ese ser querido y todo lo sucedido con su posterior fallecimiento».

«Los sentimientos de frustración, incomprensión, soledad y abandono han sido una constante terrible. Hay que tener en cuenta el impacto producido por las circunstancias agravantes de la situación, como el no poder compartir los últimos momentos ni acompañar al familiar en su periodo de hospitalización, sin hablar de la imposibilidad de proceder a su entierro o cremación, sin tan siquiera haber podido ver físicamente a su ser querido fallecido», destacó.

Luto, depresión y estrés postraumático

De hecho, la gestión de estos duelos no resueltos está siendo ya una constante y a la vez un reto en las consultas de atención primaria, y todo apunta que lo seguirán siendo durante los próximos meses: «Es obvio que las circunstancias tan especiales en torno a los fallecimientos dejarán una huella indeleble y duradera en los familiares. Además, a ello se están uniendo sentimientos de soledad, indefensión, incomprensión y profunda tristeza. Y sin duda aparecerán cuadros de estrés postraumático que se manifestarán en su plenitud pasados unos tres meses del deceso, aproximadamente», señaló el Dr. Gonçalves.

En relación con esto, el experto insistió en la importancia capital de la detección precoz de estos trastornos por parte de los equipos de atención primaria y de su pronta derivación al especialista que mejor proceda en cada caso concreto. «También será necesario tener presente que no siempre los casos de mayor gravedad serán los primeros en solicitar ayuda, por lo que se debe efectuar una búsqueda sistemática proactiva, para detectarlos incluso en aquellos pacientes que no formulen quejas en este sentido».

Ansiolíticos y trastornos del sueño: pesadillas pospandemia

Por otro lado, según explicó el Dr. Gonçalves, muchas personas han reportado alteraciones en los patrones del sueño durante el confinamiento, fundamentalmente en forma de pesadillas e insomnio, «y todo apunta a que a mediano y largo plazos previsiblemente perdurarán en el tiempo, sobre todo en forma de sueño entrecortado y superficial, u otros trastornos relacionados con este hábito. En este sentido tendremos que estar muy atentos a la autoprescripción por parte de los pacientes, así como a la costumbre de optar por solucionar estos problemas con fármacos alternativos no idóneos».

En aquellos casos, también frecuentes en la situación actual, en donde las alteraciones del sueño son síntomas acompañantes, en los cuadros de ansiedad y depresión, es de suponer que cederán con el tratamiento de la patología de base, destacó el Dr. Gonçalves.

Asimismo, el especialista comentó que se ha producido un aumento de la demanda de fármacos antiansiolíticos por parte de los pacientes, e incluso muchos médicos han incrementado su prescripción con carácter preventivo. Sin embargo, para el Dr. Gonçalves, pensar en el tratamiento sistemático con psicofármacos en toda esta patología emocional pospandemia sería un profundo error que debe evitarse: «En este sentido, me gustaría destacar que ahora más que nunca la falta de suficientes profesionales psicólogos clínicos va a ser aún más evidente. En toda esta mal llamada «nueva normalidad» deberían ser accesibles los servicios de psicoterapia prestados por la seguridad social, hasta ahora prácticamente inexistentes, y que serán imprescindibles».

El Dr. Gonçalves hizo énfasis en que todo lo referente a estas situaciones que se están produciendo a nivel de la salud mental de la población es perfectamente aplicable también a los profesionales sanitarios implicados en la atención directa a los pacientes, «una cuestión a la que no se le está dando, a nuestro entender, la importancia debida, con los riesgos que ello implica».

Miedos, ansiedades y «síndrome de la cabaña»

Otra situación que se está observando es lo que se ha denominado síndrome de la cabaña, esto es, la reticencia a volver a salir a la calle y a socializar con el entorno, derivada de las semanas de cuarentena.

El Dr. José Luis Carrasco

El Dr. José Luis Carrasco, jefe de la Unidad de Trastornos de la Personalidad del Hospital Clínico San Carlos, de Madrid, señaló que «el número de personas afectadas por este trastorno es mucho mayor del que nos esperábamos. Lo que ocurre es que no son visibles por el mismo hecho de que permanecen ocultas, pero nos vamos enterando de que están sufriendo estos síntomas a través de familiares o porque empiezan a faltar a reuniones a las que habitualmente acudían».

«Además, de momento no es posible cuantificar muchos de estos casos ya que aún hay gran cantidad de población trabajando desde casa, pero sin duda la magnitud del problema irá mostrándose cuando se llegue a la total normalidad».

Respecto a cuál de las dos situaciones «atípicas» de las vividas durante las últimas semanas —el miedo y la incertidumbre producidos por la pandemia y el confinamiento y la restricción de la movilidad— ha influido más a nivel de la salud mental y en relación con este síndrome, el Dr. Carrasco explicó que ambas tienen el mismo peso, «y de hecho, es la combinación de estas circunstancias la que resulta patógena. El miedo al peligro empuja al escondite, y estar escondido aumenta la magnitud del peligro y convierte el miedo en pánico. El confinamiento por miedo convierte al mundo exterior es un universo amenazante y, por tanto, en un terreno propicio para la agorafobia».

Dr. Francesc Colom

En opinión del Dr. Francesc Colom, psicólogo clínico del Servicio de Psiquiatría del Hospital del Mar, en Barcelona, habría que ver cuántos de estos casos son patológicos y cuántos son meramente funcionales, derivados de la adaptación a unas exigencias sociales cambiantes. «Aún así, generalmente no es habitual que las personas que tienden a la sociabilidad cambien de repente de hábitos por el confinamiento o por el bombardeo de información sobre la pandemia».

Adicciones a sustancias y trastornos preexistentes: impacto irregular

Los expertos coincidieron en alertar sobre el impacto que la pandemia y la pospandemia han podido tener en las conductas adictivas. En concreto, el Dr. Gonçalves advirtió: «Habrá que estar atentos a la aparición de adicciones a sustancias de abuso, una cuestión nada desdeñable en estas situaciones, y que empeoraría cualquiera de los cuadros emocionales relacionados con esta situación, transformándolos en patología dual, de peor pronóstico».

El Dr. Gonçalves recomendó prestar especial atención al alcohol, utilizado como ansiolítico de rápido efecto y corta duración durante el confinamiento, y cuyo consumo mantenido puede devenir en patología alcohólica a la larga.

El Dr. Colom señaló que es muy pronto para determinar si ha habido aumento de nuevos casos o recaídas en adicciones: «En los próximos meses iremos viendo hasta qué punto personas con un diagnóstico de dependencia de sustancias han recaído debido al hecho de recibir menos apoyos, a la exposición constante a mensajes negativos y a pasar mucho tiempo en soledad, y también determinaremos cuántos nuevos casos se pueden contabilizar ya que, como se sabe, el retraso diagnóstico es uno de los problemas más comunes en las adicciones. Probablemente a finales de año podamos extraer algunas conclusiones sobre los cambios en la prevalencia de estas enfermedades».

En cuanto a la afectación de estas circunstancias en personas con patología psiquiátrica preexistente, el Dr. Colom opinó que no es esperable un repunte en el trastorno mental grave: «Quizá sí podría haber un aumento de los casos de trastorno obsesivo, con pensamientos relacionados con la contaminación y compulsiones de limpieza, y trastornos ansiosos de tipo fóbico centrados en la hipocondría, así como el refuerzo de pensamientos de tipo agorafóbico».

«En el caso de las personas con patología psiquiátrica que están a medio camino entre la institucionalización a largo plazo y el reintegro en la sociedad, esta afectación sí ha podido ser mayor ya que necesitan un apoyo constante de profesionales que hagan un seguimiento desde lo psicológico y lo social y requieren de una regularidad en los hábitos de ayuda que, en muchas ocasiones, ha quedado muy condicionada por el confinamiento», continuó.

En el caso concreto del trastorno límite de la personalidad, el Dr. Carrasco destacó que estos pacientes han llevado bien la primera parte del confinamiento, presentando en su mayoría una situación de estabilización, «pero al final del mismo, estamos constatando que, al igual que las personas depresivas, se sienten más inseguros, indefensos y temerosos. De hecho, ya estamos asistiendo a un importante incremento de los síntomas de ansiedad y de depresión».

Objetivo: testar los efectos, prever las consecuencias

En el ámbito de la psicología se han puesto en marcha varios estudios centrados en testar, valorar y cuantificar el impacto de la situación vivida en la salud mental de la población. Sin embargo, llama la atención que apenas se tenga noticia de iniciativas similares en el campo de la psiquiatría (al menos no han trascendido de forma similar).

Cuestionado al respecto, el Dr. Colom confirmó que se están realizando muchos estudios de tamaño medio-pequeño, «pero en mi opinión, es una noticia que calificaría de nefasta, ya que como científicos, y más en una circunstancia como la actual, deberíamos tender a colaborar en la elaboración de tamaños muestrales importantes que nos permitan llegar a conclusiones sólidas desde un punto de vista metodológico. Es desesperante ver cómo cada centro quiere tener su estudio, sin entender que la ciencia es colaboración y generosidad».

Entre los estudios que se han hecho públicos destaca el realizado por expertos de la Facultad de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid, en colaboración con la University of East Anglia en Inglaterra.[1] Se trata de la primera investigación desarrollada en el contexto de la pandemia con el objetivo de evaluar el estado de salud mental de la población española durante el confinamiento por COVID-19.

Los resultados preliminares de este trabajo (realizado sobre una muestra de más de 2.000 personas de las 17 comunidades autónomas españolas durante la primera semana de confinamiento, ente el 15 y el 2 de marzo de 2020) mostraron que un elevado número de personas experimentaban síntomas intrusivos (alerta y angustia fisiológica) y reacciones de ansiedad, sintomatología que, según los autores, puede corresponder con un cuadro de estrés agudo y que probablemente desaparecería al concluir esta situación.

Sin embargo, alertaron de que un alto porcentaje se encontraba en situación de riesgo de desarrollar «secuelas» en forma de depresión, estrés o ansiedad durante, meses o incluso años después.

Otro estudio destacable es el que actualmente realiza un equipo multidisciplinario de la Universidad de Huelva, la Universidad de Sevilla y la Universidad Loyola Andalucía, en Sevilla, con el apoyo de distintas instituciones sanitarias, entre ellas la Asociación Española de Especialistas en Medicina del Trabajo.[2]

La finalidad es conocer el impacto psicológico de la COVID-19 tanto en la población general como en los profesionales sanitarios, para identificar los factores fundamentales para procurar el mejor bienestar emocional y el ajuste psicológico en una situación de crisis como la vivida, y que ha afectado en gran medida al colectivo de profesionales sanitarios, esencialmente los que trabajan en primera línea. Este estudio se ha extendido actualmente a distintos países de Latinoamérica.

¿Qué pasa con las repercusiones a nivel cerebral y en patologías como el Alzheimer?

Eider Arenaza-Urquijo, Ph. D.

Con el objetivo de analizar los efectos del confinamiento en la salud mental y cerebral, e identificar los factores que mitigan o agravan este impacto, el Barcelona Beta Brain Research Center, el centro de investigación de la Fundación Pasqual Maragall, acaba de poner en marcha una investigación que, como explica Eider Arenaza-Urquijo, Ph. D., experta en neurociencias e investigadora principal del estudio, se realizará sobre personas (en su mayoría familiares de pacientes de Alzheimer, todas ellas cognitivamente sanas) que participan en otro estudio del Barcelona Beta Brain Research Center sobre enfermedad de Alzheimer familiar, impulsado por la Fundación La Caixa.

«El estudio se basa en una serie de hipótesis formuladas según las experiencias extraídas de otras cuarentenas en situaciones similares (por ejemplo, durante la epidemia del síndrome respiratorio agudo severo en 2002), que demuestran un potencial efecto negativo en la salud mental. Las previsiones apuntan a que haya un impacto del confinamiento en los niveles de ansiedad y depresión, y también en los de estrés», agregó.

«A medio-largo plazo, también vamos a recoger medidas de síntomas relacionados con el estrés postraumático, ya que esperamos que algunas personas, una vez que haya pasado el periodo natural de recuperación, sigan experimentando malestar asociado con el confinamiento y que éste repercuta en su vida diaria, comentó la investigadora.

El estudio está diseñado de forma que se cotejen las respuestas obtenidas en dos periodos diferentes: durante el confinamiento, y 18 – 24 meses después, y se va a centrar en qué factores aumentan o disminuyen el impacto de la cuarentena en la salud mental.

«Para ello, evaluamos las habilidades de los participantes para tolerar el estrés, sus hábitos de vida durante el confinamiento, la frecuencia de las interacciones sociales, las estrategias de búsqueda de información sobre la pandemia, el espacio en el que se ha realizado el confinamiento, si ha habido enfermedad por la COVID-19 (tanto él como en algún familiar) y los cambios en la carga de tareas (de cuidados, del hogar o labores) durante este periodo», puntualizó Arenaza-Urquijo.

Asimismo, y con la intención de determinar si en línea con investigaciones previas la ansiedad, la depresión o el estrés crónico derivados de esta situación favorecen cambios cerebrales relacionados con la enfermedad de Alzheimer, se ha sometido a participantes a pruebas que miden la proteína beta-amiloide y la proteína, así como a un análisis de estructura cerebral.

Finalmente, la investigadora destacó que una de las líneas del estudio en la que se tiene especial interés es en investigar estas hipótesis en los cuidadores, «ya que durante el confinamiento han vivido experiencias especialmente difíciles, y es de prever que haya un mayor impacto en la salud mental en este colectivo. La mayoría de los cuidadores son mujeres y la prevalencia de los trastornos del estado de ánimo es más prevalente ellas, al igual que ocurre con la enfermedad de Alzheimer; por lo tanto, hay que prestar una atención especial a este colectivo».

En: https://espanol.medscape.com/verarticulo/5905591#vp_1