Amable Cima, profesor de Psicología de la Universidad CEU San Pablo, explica cómo médicos, farmacéuticos y enfermeros puedan actuar en situaciones de temor extremo al virus.

Manuel F. BusteloSáb

El coronavirus ha tenido un severo impacto en la vida de la población en los últimos meses. Ha sido el causante del estado de alarma decretado en España durante más de tres meses, así como de todas las medidas de confinamiento y restricción de la movilidad fijadas para evitar su contagio. Ha llenado informativos y periódicos desde principios de año, y la evolución de su expansión y de su letalidad se siguen casi al minuto.Frente a este escenario, parece fundamentado el miedo al virus y que se extremen las medidas de protección. Sin embargo, hay situaciones en las que un temor excesivo al coronavirus puede ser muy perjudicial. Es el caso, por ejemplo, de personas que habrían dejado de acudir al hospital ante un dolor agudo por miedo a contagiarse, o pacientes que, por este mismo motivo, no habrían acudido a la farmacia a recoger su tratamiento. Convertir ese miedo en algo imposible de controlar puede traducirse en consecuencias serias para la salud y es ahí donde el profesional sanitario puede desempeñar un importante papel.

«Es completamente lógico que el miedo al virus se dé entre la población. Está relacionado con que no se conocía bien cuál era la vía de transmisión, y ese no saber se ha traducido en estrés y temor», explica a este periódico Amable Cima, profesor de Psicología de la Universidad CEU San Pablo, en Madrid, quien asegura que esto puede traducirse en un pánico que redunde negativamente en la población. Cima trabaja en el Hospital Universitario HM Montepríncipe (Boadilla del Monte, Madrid) y ha conocido casos de pacientes que, debiendo acudir al hospital, han optado por no ir por miedo a contagiarse.

Ante estos pacientes, entiende que es necesario actuar y que el profesional sanitario es una figura clave para concienciar a estas personas. «Los sanitarios pueden realizar una importantísima labor. Los médicos, los farmacéuticos, los enfermeros y el resto de profesionales pueden trabajar con el paciente y hacerle perder ese pánico«, afirma.

Según explica Cima, en circunstancias como ésta, la educación sanitaria «es muy importante» y «quienes mejor pueden impartirla» son los profesionales sanitarios. «Las campañas de concienciación que salen en los medios de comunicación son muy lejanas. La intervención del profesional sanitario es mucho más cercana e individualizada. Juegan un papel de primer orden en este aspecto y los pacientes siempre se fían mucho más de un consejo directo que de uno que reciban por televisión», añade.

Cuatro pautas

Por ello, para luchar contra el miedo incontrolado al virus, el experto enumera cuatro pautas de actuación que considera esenciales. En primer lugar, explica que hay que hacerles ver a los pacientes que los hospitales son seguros: «Deben saber que son centros desinfectados y que se han establecido líneas de atención que están perfectamente separadas».

Como segunda pauta, apunta que hay que insistir en las medidas de protección y en explicarle bien al paciente cómo actúa el coronavirus y cómo se contagia. «Conocer la base y el funcionamiento del virus hará que el paciente conozca y esté más seguro», añade.

En tercer lugar, una vez se ha inculcado la teoría sobre el virus, hay que hacer que el paciente «la aplique a su vida cotidiana» y conseguir que la ponga en práctica para que, cumpliendo con las pautas de protección establecidas, pueda estar sin ese continuo temor al contagio.

El último paso sería esperar a que el paciente, tras las pautas anteriores, «vea los resultados» y compruebe que «todo avanza bien si se toman las medidas adecuadas, aunque el virus continúe ahí y se siga informando de brotes y contagios».

Proactividad y escucha activa

En este asunto, y con el fin de identificar posibles pacientes con este temor incontrolado al contagio, Cima considera que el profesional sanitario debe ser proactivo y realizar una escucha activa. Debe interesarse por personas que hayan dejado de ir a consulta o que manden a familiares a recoger la medicación a la farmacia, intentando ponerse en contacto si hiciera falta con el paciente en cuestión para preguntarle por su situación. «Hay que intentar identificarles, preguntar ante posibles sospechas y llegar incluso a llamarles por teléfono si el profesional lo considera necesario», apunta.

Sobre el perfil que suelen tener estos pacientes, Cima explica que los más comunes son personas mayores y pacientes crónicos, «ya que forman parte de los colectivos más vulnerables». Y añade: «Hay que entender siempre que, en una circunstancia como ésta, el miedo es algo normal; pero también hay que intentar abordarlo cuando se intuya que puede convertirse en algo obsesivo que puede tener consecuencias».

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