Por Matías A. Loewy

BUENOS AIRES, ARG. El uso de medicinas tradicionales o ancestrales de los pueblos indígenas, impulsado en varios países de Latinoamérica para la prevención o incluso el tratamiento de la COVID-19, no tiene evidencias y su utilidad debería evaluarse con métodos científicos, señaló la Organización Panamericana de la Salud (OPS).

«COVID-19 es una enfermedad nueva, el objetivo en investigación es bajar la mortalidad y hasta hoy no hay un tratamiento específico. El uso de tratamientos no probados tiene que seguir un protocolo muy estricto. No tenemos comunicación o evidencia del uso de la medicina tradicional en este momento», señaló el Dr. Sylvain Aldighieri, gerente de Incidente para COVID-19 de la OPS durante la sesión informativa para medios de prensa el martes 30 de junio.

La semana pasada, la científica jefa de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Dra. Soumya Swaminathan, hizo declaraciones en el mismo sentido durante una reunión con periodistas científicos organizada por la World Federation of Science Journalists (WFSJ) de la que participó Medscape en español.

«Las medicinas tradicionales para COVID-19 tienen que ser probadas como los fármacos alopáticos, mediante estudios clínicos aleatorizados, para demostrar que ayudan. No se puede dar información engañosa», manifestó la Dra. Swaminathan.

«Para recomendarlos, deberían estudiarse con la misma metodología que otros tratamientos en estudio para valorar su utilidad y encontrar evidencia de su uso», coincidió en diálogo con Medscape en español el Dr. Gustavo Ezcurra, jefe de Infectología del Hospital de Niños Dr. Orlando Alassia y docente de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional del Litoral, ambos en Santa Fe, Argentina.

Desde los gobiernos

Las declaraciones de la OPS y la OMS coinciden con un incremento en la región del uso de hierbas medicinales y otras intervenciones sin sustento científico, incluso promovidas desde los gobiernos. Un fenómeno equivalente se ha producido en varios países de África, en China, en India y otros países de Asia.

A fines de marzo, el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, compartió en un tuit (luego borrado por Twitter) la fórmula de un brebaje contra COVID-19, elaborada por un «destacado científico venezolano», según lo describió, que combina malojillo (Cymbopogon citratus), jengibre, pimienta negra, limón, miel y saúco.[1]

En Bolivia Felipe Quilla, viceministro de Medicina Tradicional e Intercultural, que depende del Ministerio de Salud, recomienda el uso de infusiones o vaporizaciones con plantas medicinales tales como eucalipto y manzanilla para mejorar el sistema inmune y prevenir la infección por el nuevo coronavirus. Hasta lanzó una campaña para repartirlas gratuitamente. El viceministro aseguró días atrás que sin el uso de esas medicinas tradicionales la situación en los diferentes pueblos indígenas «sería aún más catastrófica».[2]

En Guatemala, pobladores de regiones rurales usan fórmulas a base de jengibre, miel, limón, manzanilla y otros ingredientes naturales ante la desconfianza por la medicina convencional y las barreras de acceso a servicios de salud, según han reportado medios de prensa.[3]

Y, en México, un profesor de secundaria de Chiapas propone vaporizaciones tres veces por día con eucalipto, tomillo, orégano, limón, pimienta y ajo, como terapia para COVID-19, según un sitio de Facebook de Yucatán.[4]

Sin embargo, hasta ahora no hay evidencias de que algunos de estos ingredientes tengan una acción específica sobre COVID-19 y, en algunas circunstancias, podrían retrasar la búsqueda de atención médica apropiada o afectar el cumplimiento de medidas de salud pública recomendadas, advierten expertos.

«Muchas plantas y sustancias están siendo propuestas sin los mínimos requerimientos y evidencias de calidad, seguridad y eficacia. El uso de productos para tratar COVID-19 que no hayan sido robustamente investigados puede poner a la gente en peligro y darle una falsa sensación de seguridad y distraerlas del lavado de manos y del distanciamiento físico, que son claves para la prevención de COVID-19, y podrían incrementar la automedicación y el riesgo para la seguridad de los pacientes», expresó en mayo la Dra. Maria Van Kerkhove, epidemióloga de la OMS.[5]

Para etnobotánicos de Bolivia y Estados Unidos, el uso de algunas de las plantas utilizadas en Latinoamérica puede ayudar a controlar algunos de los síntomas de los cuadros de infecciones respiratorias. Sin embargo, aclararon en una publicación reciente que «no existen pruebas que puedan prevenir o curar el contagio con el virus SARS-CoV-2, como se ha estado difundiendo».[6]

Un mapa de evidencias de la contribución potencial de medicinas complementarias, tradicionales e integrativas para COVID-19, en cuya elaboración participa el Centro Latinoamericano y del Caribe de Información en Ciencias de la Salud o Biblioteca Regional de Medicina (BIREME) de la OPS, relevó al 12 de mayo 127 estudios de intervenciones farmacológicas y no farmacológicas que podrían tener alguna utilidad en la pandemia, incluyendo 18 vegetales. Sin embargo, el documento subraya que a la fecha «no hay evidencias de tratamientos específicos para COVID-19».[7]

De todos modos, guardar prudencia respecto de la utilidad de estas medicinas tradicionales y proponer estudios que las validen no significa soslayar la perspectiva cultural en la promoción de las medidas de control de la pandemia, aclaran expertos.

«Asociar a las comunidades indígenas en la toma de decisiones y en la implementación de medidas que sean aceptadas por la comunidad es una recomendación clave para proveer un acceso rápido a servicios de salud, bajar los niveles de transmisión y reducir la mortalidad», señaló el Dr. Aldighieri este martes.


En: https://espanol.medscape.com/verarticulo/5905626#vp_1