Con el 30% de las muertes globales por covid-19, Latinoamérica está siendo, junto con la India, el epicentro mundial de la pandemia.

Casi 40 millones de casos y 1,3 millones de muertes, según los datos oficiales, siempre subestimados y más aún en zonas menos desarrolladas. Tres de los cinco países que han registrado más casos en las últimas semanas son latinoamericanos: Brasil, Colombia y Argentina. Y a principios de junio, Perú llevó a cabo una revisión de sus datos que supuso la incorporación de más de 115.000 fallecidos a su contabilidad oficial: es el que acumula la mayor tasa de mortalidad del mundo.

Mientras en América del Norte y Europa los ingresos van disminuyendo gracias a la vacunación, aunque los casos puedan experimentar los vaivenes de la variante delta, en la mayor parte de América Latina y el Caribe el fin de la pandemia de coronavirus «sigue siendo un futuro lejano», dijo hace unos días Carissa Etienne, directora de la Organización Panamericana de la Salud (OPS). Con la excepción de Uruguay y Chile y algunas islas del Caribe, “solo una de cada diez personas está vacunada”. La llegada del invierno al hemisferio sur, la temporada de huracanes en el Caribe y la amenaza de las variantes se suman al inquietante empeoramiento de la situación.

Varios factores, con distinta incidencia en cada país, ayudan a explicar la tragedia de la covid-19 en América Central y del Sur: falta de cobertura sanitaria, nutrición deficiente, obesidad, pobreza, contaminación, aglomeraciones urbanas, desigualdades sociales, populismos políticos poco respetuosos con los asesores científicos, poblaciones indígenas y quizá cierta predisposición genética o menor inmunidad previa, como se ha observado por la desproporción de sudamericanos ingresados en España.

Peores indicadores

“La efectividad de las políticas de cierre y contención en cada país latinoamericano parece depender del grado de cumplimiento de sus respectivas poblaciones y de sus condiciones socioeconómicas de vida”, escribía en marzo en Journal of Public Helath Policy Adolfo Martínez Valle, del Centro de Investigación en Políticas de Salud y Población de la Universidad Nacional Autónoma de México.

Y en mayo, en la revista Medwave, un equipo de epidemiólogos de la Universidad de La Frontera, en Chile, diagnosticaban que “los países de Latinoamérica y el Caribe han sido afectados duramente por la pandemia principalmente debido a falta de preparación de sus sistemas de salud y al fragmentado sistema de seguridad social. Además, en la región, el estado de salud de la población muestra peores indicadores comparado con los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico”.

Disparidades sociales, acceso deficiente a la atención médica, nutrición inadecuada y una gran prevalencia de enfermedades crónicas no transmisibles, como las derivadas de la obesidad, sobre todo en personas con menores ingresos, nutren un caldo de cultivo donde puede desenvolverse a sus anchas el SARS-CoV-2.

La vacuna invisible

Si ya ha sido difícil en la mayoría de los países consensuar las medidas de control y aunar voluntades políticas, en algunos países de Latinoamérica las rivalidades han agravado el trágico panorama. En el último número de la revista de la Red TBS-Stop Epidemias, dedicado a la pandemia en las Américas, Ivone Evangelista Cabral, profesora de la Facultad de Enfermería y directora de una revista especializada en Río de Janeiro, describe la situación de su país: “La covid-19 se ha convertido en escenario de disputas políticas entre los poderes del Ejecutivo central, estados y municipios, con constantes amenazas de instauración de un estado de sitio y una fuerte militarización de la Administración pública. Durante semanas, hemos estado en el epicentro de la crisis sanitaria mundial con más de 100 países cerrando sus fronteras con Brasil… Las clases populares que viven en favelas y barrios marginados han sido las más afectadas”.

En la misma publicación, Iván Cherrez Ojeda, neumólogo del Hospital Kennedy y profesor de la Universidad Espíritu Santo, en Guayaquil, aporta sus reflexiones desde Ecuador, otro de los países más afectados: “Guayaquil, la Perla del Pacífico, fue tristemente noticia internacional por sus cadáveres en las aceras. Toda la preparación que se creyó suficiente de ninguna manera lo fue. Llegaban las llamadas de angustia a cualquier hora, el deseo de ayudar leyendo lo último publicado para su tratamiento. Llegaron las noticias de los primeros colegas que sucumbían a la enfermedad… El hogar era el único espacio seguro si se preservaba de los demás… La covid-19 arrasó con todo, fue sembrando dolor e incertidumbre por donde pasaba, pero también dio esperanza de luchar y mejorar los momentos terribles que pasábamos”.

Y a falta de vacunas, sugiere la vacuna invisible de la humanidad, de un cambio en el estilo de vida, de renunciar a veces a la comodidad, de acabar con el abuso y la prepotencia, reemplazándolos por la austeridad y la humildad. “Esta vacuna nos pide cautela en la consecución de los recursos, racionalidad en el uso y respeto a la madre tierra y todo lo que habita en ella, virtudes que la humanidad contemporánea desconoce debido a la globalización, al consumo irresponsable y a la codicia por la riqueza entendida como una acumulación de dinero que lo permite todo y sin pensar en los demás ni en el nosotros”.

En: https://www.diariomedico.com/medicina/medicina-preventiva/latinoamerica-el-volcan-rugiente-de-la-covid-19.html