La ausencia del padre en el hogar es una realidad para muchos en América Latina, influenciada por factores como la migración laboral, el divorcio y la violencia. Esta ausencia tiene consecuencias significativas en el desarrollo emocional y cognitivo de los niños, elevando el riesgo de trastornos psicológicos y dificultades educativas. Las familias monoparentales, mayoritariamente lideradas por mujeres, enfrentan desafíos económicos adicionales, perpetuando ciclos de pobreza y limitando el acceso a oportunidades.

Según UNICEF, la región de América Latina y el Caribe muestra una de las tasas más altas de hogares monoparentales en el mundo. Este fenómeno está estrechamente vinculado con los indicadores socioeconómicos, donde las familias sin una figura paterna presente a menudo experimentan mayores niveles de pobreza y vulnerabilidad.

La relación entre los altos niveles de violencia en la región y las construcciones tradicionales de la masculinidad, que a menudo valoran la agresión y el dominio, no puede ignorarse. La falta de modelos paternos positivos y la exposición a ambientes violentos predisponen a los jóvenes a replicar estos comportamientos, perpetuando ciclos de violencia.

Los padres que participan activamente en la vida de sus hijos, ofreciendo guía, apoyo y comprensión, pueden influir positivamente en su desarrollo emocional y social. La promoción de políticas públicas que apoyen la paternidad activa y responsable es esencial. Esto incluye la implementación de licencias parentales remuneradas, programas de apoyo para padres y campañas de sensibilización sobre la corresponsabilidad en las tareas domésticas y de cuidado.

La redefinición de la paternidad en América Latina es un camino hacia sociedades más justas y equitativas. Al reconocer y abordar las complejidades de la paternidad en el contexto latinoamericano, se pueden sentar las bases para un futuro en el que cada niño crezca en un entorno lleno de amor, apoyo y oportunidades, independientemente de su estructura familiar.

Por: Elías El Hage