Con las tasas de vacunación actuales, casi ocho de cada diez españoles tienen la doble pauta y más tres millones con dosis de refuerzo, y aun así vemos repuntar las cifras de contagios hacia la sexta ola. Mientras Europa vive una situación más dramática que España, en lo que la Agencia Europea del Medicamento la semana pasada en rueda de prensa denominaba cuarta onda pandémica, aquí el blindaje de la vacuna ha permitido que, de momento, lleguemos más tarde a los rebrotes.

Lo cierto es que el secreto, que no es tal, se observa en uno de los efectos secundarios positivos de la inmunización artificial: las personas vacunadas eliminan el virus más rápido, con lo que los contagios se dan con niveles más bajos de virus en general, porque su organismo guarda durante menos tiempo las altas cargas virales. Alfredo Corell, inmunólogo y catedrático de la Universidad de Valladolid, revela que eso lo apunta un artículo publicado en The Lancet, y manifiesta que la tasa de transmisión «se reduce al menos a la mitad, según las cohortes de familias».

Gabriel Reina, especialista en Microbiología de la Clínica Universidad de Navarra, añade que «los individuos vacunados con infecciones irruptivas tienen una carga viral máxima similar a los casos no vacunados y pueden transmitir la infección de manera eficiente en los hogares, incluso a contactos también inmunizados».

El estudio que plantea The Lancet sirve para establecer otro punto a favor de unas vacunas que, sin ser diseñadas para evitar los contagios, «sino para prevenir la enfermedad grave y el ingreso», recuerda Reina, tiene una secuela ‘esterilizante’, «es decir, evita la capacidad de transmisión de los vacunados», señala el microbiólogo.

Otros trabajos apuntan a una reducción incluso más alta, aunque no están revisados por pares. Sucede con una investigación holandesa, liderada por Brechje de Gier, del Centro para el Control de Enfermedades Infecciosas, Instituto Nacional de Salud Pública y Medio Ambiente (RIVM) de Bilthoven, que recoge que la efectividad de la vacunación completa contra la transmisión a contactos no vacunados en el hogar alcanza el 63% en el caso de la variante delta, ahora predominante, y llegaba al 73% contra alpha.

Con estos supuestos podemos decir que, si el jueves pasado se produjeron 6.315 nuevas infecciones y casi un 80% está inmunizado, significa que sólo se producirían la mitad de los contagios que se contempla con la variante delta. Esto es, con una tasa de reproducción del virus de 1,22 (una de las R más altas que han precedido a un nuevo incremento exponencial de casos) se podría calcular que de cada infectado en vez de llegar el virus a otros siete (capacidad de la variante delta), lo haría a tres. O lo que es lo mismo, con las vacunas conseguimos reducir la tasa de transmisión a la variante original.

Protección según el nivel de exposición al virus

Una de las cuestiones importantes es que las vacunas protegen, pero se ha de medir cuál es la exposición de esos individuos al virus. No es lo mismo ser un profesional sanitario que trabaja en medios donde el patógeno existe, que una persona que pueden tener la ‘oportunidad’ diaria de enfrentarse a él en contadas ocasiones (en muchas de ellas con medidas preventivas, distancia y uso de mascarilla) que otras que, sin tomar precauciones, se expongan a un contagiado durante el tiempo necesario para que la infección llegue a su organismo.

Aquí el microbiólogo de la CUN apostilla que «no todo se puede dejar en manos de la vacuna. La mascarilla sigue jugando un papel clave como barrera contra el virus, primero y sobre todo en los espacios cerrados, y luego al aire libre en zonas masificadas».

En Israel, el ‘país-laboratorio’ de la vacuna de Pfizer, ya se recogieron datos sobre cómo influía la vacunación en la reducción de casos en los hogares durante los meses de verano, justo antes de sus repuntes y la puesta en marcha de las terceras dosis. Aquí el trabajo apunta a que la vacunación proporciona una protección sustancial contra la susceptibilidad a la infección y un escudo ligeramente más débil contra la infecciosidad dada la infección (del 41 al 79%), reduciendo así la transmisión del SARS-CoV-2 a los contactos domésticos.

Vacunar a los niños, otro cortafuego

La experiencia científica en materia covid no alcanza para conocer hasta qué punto dar luz verde a la vacunación pediátrica (ya se ha hecho en EEUU, Austria, China y se espera que Europa lo haga en breve) serviría también para obstaculizar la supervivencia del SARS-CoV-2 en la sociedad. Algunos trabajos ya apuntan a su utilidad. «Está claro que la recomendación de la inmunización en los más pequeños también va servir no sólo para su protección sino la de sus contactos más estrechos», subraya Reina.

En España, los menores de 11 años registran las tasas de contagio más altas (la incidencia a 14 días) y son las franjas entre 30-39 y 40-49 las que les suceden. Lo que en la práctica se puede traducir en que el virus circula entre padres e hijos.

En: https://www.diariomedico.com/medicina/medicina-preventiva/vacunacion-el-cortafuegos-que-reduce-la-mitad-la-posibilidad-de-contagiar.html